El tránsito en el camino de la luz es duro ya que nos exige entrega y sacrificio y al tiempo nos muestra toda su belleza a cada paso que damos, reconfortándonos en nuestro fuero interno con la respuesta de amor y agradecimiento que recibimos de aquellos a quienes hemos ayudado u orientado.
Es un viaje fantástico con un único requisito, todos los que hacemos este camino lo hemos aceptado libremente, independientemente de las posibles consecuencias que se pudiesen derivar de esta aceptación, como por ejemplo, el rechazo de aquellos seres queridos que nos rodean y que no encajan el cambio reflejado en nuestro comportamiento o forma de ser, cambio que indica tan solo la adecuación de nuestro ser por el compromiso adquirido.
Por todo ello el viaje a través del camino también se muestra como la naturaleza del arco iris, es decir, es increíblemente efímero, ya que se deben mantener en todo momento a lo largo del camino por parte del ser que acepta el compromiso, las condiciones de confianza, fuerza, esperanza y entrega que nos permitieron tomar la decisión de hacerlo, para que los brillantes y vivos colores que pisamos paso a paso no desaparezcan y continúen visibles bajo nuestros pies, e impidan de este modo que nos desviemos siguiendo otros colores, también tremendamente vivos, brillantes y atractivos pero que nos conducirán por otros caminos como la riqueza material, la fama y la notoriedad personal entre las masas, estos factores son tremendamente adictivos para quienes los consiguen pero no corresponden a la verdadera naturaleza de la luz.