Aquellos que sienten gula por la vida son realmente dichosos, pues no cabe en ellos sombra de duda sobre lo que realmente son, exploradores de su propia naturaleza a través del ser en la carne, dioses encarnados inmersos en la búsqueda de la evolución del conjunto de la humanidad a partir de la contribución de la expansión de su esencia hacia todos los seres que les rodean.
Crecer, desarrollarse y evolucionar alimentándose del amor ajeno, entregando el suyo a manos llenas, respirando el amor como un reflejo de su propio ser, el Dios creador.